Extraido de www.cofradíasfusionadas.org
Eran las seis menos cuarto de una fresca tarde del Miércoles Santo cuando nuestras queridas Cofradías Fusionadas iniciaban el más conocido y seguido de sus desfiles procesionales de Semana Santa.A esa hora, las grandes puertas de la Parroquia de San Juan se abrieron para que desde sus entrañas un inmenso y colorido río de fe se adentre por las callejuelas para cumplir el tradicional encuentro anual con el pueblo malagueño.La Cofradía que durante todo un año ha sido primorosamente cuidada por sus hermanos pasa, en el momento en que discurre por las calles de nuestra Málaga, a ser propiedad y seña de identidad de una ciudad, que con ansia desbordada, ha estado esperando tan especial momento.
Tras la severidad del cortejo de nazarenos morados con túnica de cola, ciñendo esparto y con capirote blanco de cruz Malta en el pecho, aparece la soberbia estampa de Nuestro Padre Jesús de Azotes y Columna. Columna en la que Cristo fue amarrado para sufrir el tormento de los azotes que una y otra vez flagelaban su cuerpo desnudo, indefenso, asustado. En la faz del Cristo se aprecia dolor, y a la vez, belleza y dulzura mientras el flagelo arranca su piel. El panorama es dantesco y mientras Jesús es pasto del odio y de la burla, el futuro negro sobre el cielo rojo del atardecer predice el momento en que será izado y clavado en la cruz para ser la Exaltación ante ese pueblo que le reza y le llora. Exaltación del madero de cordeles malditos. Nunca antes conmovió tanto el alma la actitud suplicante de sufrimiento del Redentor en el madero como cuando salieron de las gubias del maestro Buiza.Llegó el momento en que todo se ha consumado. Cortejo de luto riguroso. En el tenebroso ambiente de olor a incienso, que es el olor de Dios, a triste tañido de campanas funerarias y el redoble tan particular de los tambores de la Brigada Paracaidista hace que, sigiloso y a paso suave y cadencioso, aparece imponente ante el mundo la figura de Cristo clavado en la cruz ya muerto. Sí, el Santísimo Cristo de Ánimas de Ciegos esta presente entre nosotros, muerto, pero victorioso. Ha vencido la muerte. Y como de una plegaria catequética que es la pública profesión de fe, los Caballeros Legionarios Paracaidistas anuncian a viva voz que la muerte no es el final del camino, que aunque morimos no somos, carne de un ciego destino.El Santo Cristo en su impresionante trono ya pisa la calle, y Dios se encuentra a su pueblo, a tantas y tantas personas de fe sencilla que le lanzan sus rezos y deseos en forma de miles de pétalos que cubrirán el monte de sangre tapando y secando los regueros, o bien, entre las rendijas de hojarascas doradas talladas en madera, cual deseo en el muro de las lamentaciones pediremos al Padre de los Cielos por nosotros, por nuestro prójimo, por los más necesitados.El momento es indescriptible. El cuerpo macerado a golpes del Señor de Ánimas de Ciegos ha sido flagelado, maltratado, desangrado, amoratado, pero sigue transmitiendo fe, paz y sosiego sobre el monte Gólgota, portado por sus bravos guardianes que, orgullosos desean que no acabe tan emotiva experiencia en un sobrecogedor silencio tan solo roto por el sonido del bolero de Amor, Honor y de Victoria.El Mayordomo nuevamente golpea con su martillo la campana del trono y tras varios toques se levanta y con mecida suave buscará una esquina, otra calle, una plazuela, donde se repetirá nuevamente los sentimientos vividos en el encuentro del Santo Cristo con sus devotos fieles.Pero la alegría contenida vuelve a los ojos de los congregados. Por arte de pura magia el cielo se fusiona con la tierra impregnando con su manto azul hasta los mismísimos nazarenos fusionados. El astro rey preside las doce estrellas que coronaran las sienes de la Madre Bendita, la Madre de Dios, la Santísima Virgen y Señora del Mayor Dolor Reina de los Ángeles. Un rayo de luz acaricia la tez porque no quiere perderse ver a la Emperatriz de los Cielos y la tierra que rodeada de querubines sale al encuentro de su Hijo. Junto a Élla, el joven discípulo amado en constante dialogo amargo.Y de nuevo, una nube de pétalos buscará las delicadas manos de la Señora que implorante y con una corona de espinas sobre sus dedos suplicará a los Cielos, sumergida en el Mayor de los Dolores que no es otro que el Dolor de una Madre.Y de los ojos bellos de la Señora del Mayor Dolor Reina de los Ángeles elevaremos nuestras preces para mitigar sus Dolores, sus Lágrimas y sus Favores. Y sin más remedio que quererte hasta la muerte gritaremos hasta los últimos confines de la tierra: ¡Madre!, dame tu tierno Amparo, que no me falte tu Piedad, que seas Consuelo de los cristianos, que seas Auxilio para nuestras almas, que no nos falte tu Amor, y que el Espíritu Santo cual Blanca Paloma baje de los Cielos y alivie tus Dolores.
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